- Marc Alexandre Oho Bambe, Isaac Ebelle
- Reseñas
Viajar empodera, porque dona conocimiento. Enfrenta al ser humano consigo mismo, con su soledad ontológica, con sus fantasmas, con sus sueños y con su finitud. Desde el inicio de los tiempos, la vida y el deseo de supervivencia empuja a la mayoría de las mujeres y hombres a no contentarse, a desear siempre más y, en consecuencia, a abandonar lo conocido y ponerse en movimiento. Vivir es, por tanto, camino y, en los cruces, los más audaces optan siempre por el menos transitado, dejando al margen toda seguridad. Solo de esa manera, el asombro puede iluminar al viajero y penetrar en su corazón, en su mente y en su alma y transfigurarle en un ser nuevo.
En consecuencia, el viaje que no transforma no es viaje. Porque “cada partida es una muerte, cada regreso un renacimiento. La mayoría de los cambios ocurren de forma imprevista y siempre dejan una cicatriz”, afirma el escritor nigeriano Helon Habila en su libro Travelers (Viajeros. Hamish Hamilton, 2019).
Marc Alexandre Oho Bambe e Isaac Ebelle partieron de Duala, en Camerún. Solo les separan dos años en la fecha de nacimiento: 1976 y 1978. El mayor llegó a Roma, el otro a Bilbao. El primero fue deportado, el segundo, devuelto en caliente en la valla de Ceuta varias veces. Pero persistió hasta conseguir quedarse. Bambe no cuenta su viaje de ida, Ebelle lo describe en detalle. Ahora, el primero recorre el mundo con sus acciones poéticas. El segundo echó raíces en el Euskadi, es cantante de makosa, un estilo de música camerunesa, y activista por los derechos de las personas migrantes. Fundó la Asociación de Inmigrantes de Camerún en Bizkaia y preside la Asociación de Inmigrantes de Bizkaia.
Ambos han publicado dos libros que describen el camino que tantas personas de África subsahariana emprenden con el objetivo de encontrar una vida más digna en Europa. Las luces de Udjá (Baile del Sol, 2022. Traducción de Pedro Suárez Martín) y Una luz en el desierto (Baile del Sol, 2021. Con la colaboración del periodista Pascual Perea) muestran distintas facetas de un mismo viaje.
“Conociendo lo que implica el camino de hasta llegar aquí, no lo volvería a emprender”, concluye Ebelle. En Una luz en el desierto describe en detalle toda la dureza del viaje. Es un relato desgarrador, que expone los distintos jalones que marcan el camino de muchas personas migrantes: el desierto, las mafias, los campamentos escondidos en los bosques, los medios de subsistencia, los muertos por el camino, los cayucos, las alambradas. Destapa así la complicidad de tantas personas (incluida la policía de muchos países) que han hecho de un derecho y necesidad humana, la migración, un negocio cruel donde el dinero lo es todo y el ser humano es reducido a una simple mercancía, cosificado. Y eso para luego, al final del viaje, encontrarse con que la explotación y el racismo no desaparecen, siguen siendo una constante en su vida. Pero Ebelle también descubre la bondad y la solidaridad de los desconocidos a lo largo del recorrido. Y cómo, gracias a estas virtudes, son muchos los que salen adelante y logran su objetivo.
Bamb, en cambio, parte de su regreso a Duala tras ser deportado. El sentimiento de humillación y de fracaso lo acompañan, hasta que encuentra una organización que intenta convencer a los jóvenes de que no partan “hacia los cementerios de arena y agua”. Así, regresará a Udjá, donde encontrará el amor. El que el padre Antonio dona a todas las personas que acoge en su parroquia, ofreciéndoles no solo cobijo, sino también ayudándoles a restaurar su dignidad humana. Y el amor, también, de Imana, la mujer que le cura el corazón y le da nuevas razones para vivir. Como si quisiera demostrar que únicamente el amor salva y restituye lo destruido. Esta obra, a diferencia de la anterior, es poesía en todas sus acepciones; desde el estilo y el juego de palabras hasta la forma de narrar. Contrasta con el modo directo y desgarrador de la anterior.
Leyendo ambas obras, se descubre que el camino no es solo físico, sino también interior. Las personas que llegan hasta Europa no son las mismas que partieron de sus hogares, nunca volverán a serlo.
Son dos libros que emocionan, que no dejan indiferentes, que hacen temblar el alma y que están llenos de sabiduría. Porque como afirma Ebelle: “El camino enseña y el sabio dice: no lo volvería a hacer”.
La lección aprendida de ambos no parece servir a los que vienen detrás. Los jóvenes no quieren seguir el consejo de no emprender el camino. “Todos soñaban con emigrar, porque no había un futuro para ellos en su propio país, y trataban de obtener de mi experiencia información práctica sobre el camino. Eso era lo peor”, se lee en Una luz en el camino. Ante la insistencia de los que le escuchan, insiste: “Créeme, el riesgo y las penurias no merecen la pena”. Pero ellos cierran sus oídos y se rebelan: ‘¿Por qué? Si tú llegaste a Europa, yo también puedo’, contestaban. Aquí solo puedo aspirar a ganar una miseria llevando gente de acá para allá en una moto o vendiendo fruta en la calle. ¿Qué puede haber peor?”.
La misma idea, Bambe la pone en verso: “El dorado que canta/ Falso/ Se sabe/ Pero así y todo nos largamos/ Porque/ Toda esperanza ha enmudecido/ Aquí/ Ya ni se canta/ Solo hay desencanto/ ¿Por qué nos largamos?/ Porque la suerte le sonríe a la audacia/ También la muerte observa/ ¿Y qué?”
Bambe y Ebelle saben que no serán los últimos en migrar, pero no quieren que otros pasen por el mismo calvario. Dedican sus fuerzas a evitar que los jóvenes emprendan el camino y facilitar el bienestar de aquellos que han osado hacerlo. Sus libros son testimonios de fortaleza, y resiliencia, de lucha por la vida y el derecho de toda persona a ser reconocida como tal, venga de donde venga.