Devorado por la literatura

Por Juan Peregrina Martín

Miguel A. Zapata consigue enseñame a leer mejor. Consigue que me esfuerce por entender qué le aporta la literatura como persona, como amunuense, como artíficiero del lenguaje, de los esquemas narrativos, de la ironía encubierta -melancólica, triste, definitiva- que transmiten las páginas de su última y gran novela, Nos tragará el silencio. Querría ser mejor lector: un lector potente, de mente abierta, centrado e inviolable, pero solo sou uno de esos lectores que se deslumbran e indignan y viven la historia que leen; ya digo: querría ser mejor lector, por eso lo único que puedo hacer es "consignar" unas cuantas notas que al margen de los márgenes del libro he ido tomando, tachando algunas y borrando otras, tragado por el espíritu  del libro, censurándome y corrigiéndome a la vez que teniendo que volver atrás y recordar, escapar hace delante y dejarme llevar por un perfume de Saramago y Kafka, de la asignatura de Historia que tan bien conoce el escritor y tan bien me cuenta a mím un olvidadizo de partes fundamentales de nuestro devenir histórico.

Y esa es otra: Zapata nos hace partícipes de partes tremendas de la historia de la humanidad, para contarnos lo que va a venir. No sé si este kibro formaría parte del canon de la ciencia ficción: yo diría que no, aunque o sea. Porque es tan particular que se puede permitir, por ejemplo, incluir la realidad en el terreno de la ficción y viceversa: hay detalles preocupantes que no desvelaré para que la lectura sea infalible y lectoras y lectores futuros puedan descubrir lo que deseen, pero Zapata acierta metódicamente página a página en el discurso, la estructura, la composición, la invención y en el lenguaje, que, cómo no, es pieza fundamental del engranaje dela novela; sí, ya: de cualquier novela, pero nos detendremos algo más en el arcén de las digresiones, nos encenderemos el pitillo del desquite léxico y descansaremos, en reposo, más que en reposo, en sus dos acepciones: como último rezo por lo que se muere y como reprimenda por lo que se muere.

Creo que Zapata sabe que nos morimos mejor que nosotros: como raza. Que no exigimos. Que la literatura es salvación hasta cierto puento como lo fue contar la historia y repetir aquello de quien no la conoce está condenado a blablablá. Mao Zedong, Stalin, Hitler, Pol Pot. Genocidios. Matanzas. Televisión. Insensibles zombis consumidores de colágeno, plástico y comida basura. ¿Ya es Navidad?

Frente al desparrame, Zapata impone un orden: hasta la imaginación del escritor -en este caso tan superior, tan exquisita y variada- requiere inteligencia, y así leemos que la manera de contar las cosas influye en el resultado de la lectura como no podía ser de otra manera. Sensaciones, escalofríos, expectativas cumplidas, definiciones imposibles, juegos de palabras, siglas, cinismo, más siglas, libertad a raudales sin saber qué es y porque alguien que no conoce la privación de libertad -temor y temblor- no necesita conocer el opuesto, evidentemente.

Un tour de force para un escritor que concluye demanera brillante una trilogía del derrumbamiento, una concatenación de novelas en las que explicando historias fomenta la lectura, hilvanando tramas complejas desliza ideas sobre el arte de escribir, de vivir y de sentir, un escritor alerta del porvenir que avisa sin prejuicios repartiendo protagonismo a quienes se lo merecen, en su justa medida y sin olvidar que la retórica existe por y para algo: porque quienes leemosnecesitamos convencernos de lo que nos cuentan y para que acabemos convencidos de que no hemos encontrado rastro de ella, porque en eso, en acariciar las herramientas y y mostrarnos su sombra y no su cicatriz, es experto Zapata.

Desde el título hasta su final, Nos tragará el silencio es una suerte de hechicería verbal, trabajo riguroso y alegría literaria.

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