Virginie DeChamplain ofrece una primera novela sobre la filiación femenina

Escribir una primera novela suele ser una experiencia demoledora, tanto humana como artísticamente, con exigencias inesperadas y, cuando menos, purgativas.

Interesarse por ella es sumergirse en el corazón del proceso creativo, desde la búsqueda de una historia hasta el nacimiento de una voz.

Los acantilados, la conmovedora y elocuente ópera prima de Virginie DeChamplain, quebequesa de 26 años, necesitó una auténtica obra de construcción, multitud de versiones y la aportación de inestimables colaboradores antes de ver la luz.

Es un proceso que DeChamplain describe como "catártico". "Siempre he considerado muy romántico y florido el concepto de que escribir salva al escritor", explica Virginie DeChamplain por teléfono desde Quebec.

"Por lo que a mí respecta, había una ira gestándose en mi interior, y se vertió en los primeros borradores de la novela. Mi editora, Mylène Bouchard, me hizo darme cuenta de que eso impedía a mi protagonista avanzar hacia una resolución. Es extraño, pero cuanto más tomaba forma mi narración, más evolucionaba en simbiosis con ella como mujer".

La mujer que huye
 
V. se ve obligada a regresar bruscamente a la casa donde nació después de que el cuerpo sin vida de su madre aparezca arrastrado por el río San Lorenzo en una playa de Gaspé. Para no ahogarse en la incomprensión, V. se hace una isla en medio del ventoso salón, donde, rodeada de los diarios manuscritos de su abuela, profundiza en la historia de las mujeres de su estirpe. "Mi madre volvió a casa para decirle que estaba embarazada de mí. En lugar de eso, la encontró muerta en el porche. Compartimos eso. La muerte y la vida. Unos meses existiendo al mismo tiempo. Supongo que todas somos iguales, las mujeres de la familia. No podemos estar juntas", escribe.

Para retomar el contacto con la vida, emprendió un largo viaje desde la península de Gaspé hasta Islandia, reuniendo a estos supervivientes de madre a hija, seres de ninguna parte, eternamente desarraigados.

"Me inspiró mucho la novela de Anaïs Barbeau-Lavalette, La mujer que huye, dice la joven autora, cuya tesis de máster se centró en la transmisión de la memoria entre mujeres.

Me fascina la idea de que cuando alguien que debería haber estado a tu lado ha dejado un vacío en tu vida, para llenarlo, para plantearte el perdón, tienes que reapropiarte de tu historia y reescribirla".

Durante el proceso de escritura, Virginie DeChamplain comprendió que la importancia de explicar la génesis de uno mismo no debía obstruir el presente. Para su protagonista, esto se refleja en un regreso al hogar familiar y a unos lazos debilitados por la distancia. "En las primeras versiones, la protagonista se detenía mucho en las mujeres que ya no estaban. Es importante ocuparse de los muertos, pero para avanzar, tanto individual como colectivamente, también hay que ocuparse de los vivos".


Maternidad múltiple

A medida que las voces femeninas se hacen más y más fuertes en el panorama literario, las figuras de madres, hijas y amigas ganan en profundidad y autenticidad.

"Se suele decir que ya hay varias historias sobre madres. Pero no creo que haya suficientes. Durante demasiado tiempo, las madres han estado confinadas a tres estereotipos: la buena madre, la bruja y la madrastra. Las expectativas que se tienen de ellas son uniformes, y sin embargo todas las madres son diferentes y llevan consigo toda una mitología, heridas, errores y fortalezas".

Según la novelista de 26 años, la filiación femenina, tanto social como literaria, es un discurso sobre la importancia de la transmisión y la memoria en la lucha por los derechos de la mujer. "Mi novela forma parte de la tercera ola del feminismo en la literatura, que pretende devolver a las mujeres que han sido deliberadamente marginadas, negadas u olvidadas el lugar que les corresponde en nuestra narrativa colectiva".

Cita a Time, que la semana pasada destacó a las mujeres sobresalientes que deberían haber sido portada de la revista a lo largo de los años. "Por mi parte, espero restaurar la nobleza de las madres que se quedan en casa, esas mujeres que tuvieron que aniquilarse a sí mismas y sus sueños para dedicarse en cuerpo y alma a sus familias.

Incluso hoy en día, la maternidad sigue estando plagada de problemas sistémicos, una observación que deja a la joven escritora plagada de dudas.

"No estoy segura de querer ser madre. Tengo la impresión de que el reparto del trabajo en casa sigue siendo tan desigual que todavía se espera de nosotras que aparquemos nuestras ambiciones. Al mismo tiempo, este sacrificio está tan arraigado en nuestro subconsciente colectivo que me parece egoísta pensar así. Es una paradoja.

Virginie DeChamplain offre un premier roman sur la filiation féminine | Le Devoir

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