- Juan Miguel Contreras
- Novedades
Amador Palacios
Aunque nació en Madrid, en 1974, el novelista Juan Miguel Contreras es un narrador manchego, pues desde muy pronto estuvo vinculado a Manzanares, y ahora reside en Alcázar de San Juan. Se licenció en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid. Fue director y programador del Festival Internacional de Teatro Lazarillo de Manzanares. Fundó, en 2004, también en Manzanares, la librería La Pecera, que aún está abierta pilotada por otros dueños. Suele escribir artículos para revistas y colaborar en programas radiofónicos. Actualmente es profesor de filosofía en enseñanza secundaria, pero ha tenido otros trabajos: librero, como acabamos de decir, bibliotecario o vigilante en una fábrica de quesos.
'La muñeca rusa' constituye la segunda incursión de Juan Miguel Contreras en el campo novelístico. 'Cuando acabe el invierno' fue su primera novela, editada por la Biblioteca de Autores Manchegos, de la Diputación de Ciudad Real, que elabora un relato conformado en un franco discurso juvenil, de tono confesional, desarrollado por Pablo, el indudable protagonista, un joven que ha trabajado de camarero en Ciudad Real y que tiene una gran afición por la pintura y una buena capacidad para ejercerla. ‘Cuando acabe el invierno’ arranca con la huida de Pablo a Madrid. En la mayor parte del texto habla él, pero no en todo. Lo hacen también otros decisivos personajes: Emilio, Luis, una Ana de dos Anas, Estela, Rosa (dos nombres que se funden en un solo personaje).
A primera vista, 'Cuando acabe el invierno' podría ostentar el estatuto de novela coral. Mas no es así. Todos los personajes se constituyen como el complejo espejo del triste Pablo. Y su pintura siempre es su sombra, siendo toda la reflexión de Pablo, ante el transcurso cotidiano y ante todo el dilema de su pensamiento, transustanciada en su pintura. La novela establece una tesis sobre la soledad. Contiene unos fluidos diálogos que llegan a rozar la genuina filosofía platónica. Libro que despliega con gran ritmo el desarrollo de las nostalgias, el deseo amoroso a través de la ciudad populosa, hinchiendo la dudosa solidez de la existencia del protagonista Hay una enseña de absoluta tristeza en la fe que el amor merece, persistiendo el gozoso ideal, tan literario, de la amada invisible.
'La muñeca rusa' quizá es la mejor entrega de las tres que hasta ahora este autor nos ha ofrecido. Bueno, mejor es no decir la mejor, sino la que contiene los elementos referenciales más atractivos, enlazados por el máximo equilibrio en la distribución de los capítulos y un muy acertado ‘tempo’. Es una novela realista que se dota de un excelente argumento, en especial eso que Aristóteles denominaba ‘fábula’, calificando su virtud como la adecuada disposición de los hechos, y que hace entrar en su relato notorios acontecimientos de la historia del siglo XX. El principal es el fatídico desenlace de la denominada Primavera de Praga. Todo empezó en enero de 1968, cuando el líder político Alexander Dubček intentó reformar el sistema comunista, otorgando más libertad de expresión y libertad de desplazamientos, empeñándose en democratizar la República Socialista de Checoslovaquia. El intento quedó abortado el 21 de agosto de ese año, cuando tropas del Pacto de Varsovia invadieron el país. Lo peor vino tras la invasión, cuando la policía y el ejército checoslovacos sustituyeron a las fuerzas invasoras. Se prohibieron libros, se cerraron teatros y toda asociación fuera del partido fue condenada como ilegal.
La Unión Soviética quería ser la primera en hollar la Luna con paso de hombre (sí fueron los primeros en conseguir que un robot alunizara). El prestigio de la URSS se resintió al llegar los americanos al satétile. El centro de lo que se cuenta en ‘La muñeca rusa’ viene dado por las palabras amargas de socorro que el cosmonauta Alexi Belokonev lanza desde la nave espacial que se dirigía a la Luna, habiendo ya fotografiado su superficie pero, dada la tremenda avería, errando para siempre en el espacio. El sumamente represivo sistema soviético, ante el fracaso de la misión, se encargó de anular la identidad del astronauta, recayendo también esta represión en su mujer Margarita, que murió al poco, y en su hija Irina, que por un error burocrátrico fue trasladada durante muchos años de manicomio en manicomio. Siempre la misma desesperada pregunta: “¿Mañana estaré viva? ¿Para qué hacer desaparecer físicamente a alguien si con el terror constante se le anula mejor? ¿Aguantaré? ¿Mañana estaré viva? ¿Y dentro de cinco minutos? ¿Por qué no termino con todo ahora mismo?” Irina está en un hospital de Praga cuando los graves disturbios políticos se produjeron. Sólo al final se salva, al formalizarse la democracia.
De Praga es el protagonista de la novela, Milos Meiner, celador del psiquiátrico donde Irina está ingresada, con diagnóstico de esquizofrenia, y que, aunque intenta salvarla, enamorado de ella, al cabo se exilia, teniendo éxito como escultor en Francia y acabando en un pequeño pueblo de Almería, donde entabla amistad con Matías, el librero que posee la librería Nautilus, que puede sostenerse en el pequeño pueblo gracias al turismo anglosajón. Matías, un muchacho con mala salud, con severos problemas renales y cardiovasculares, es el narrador en la novela. De nuevo la narrativa de Juan Miguel Contreras incide en el desdoblamiento de personajes, siendo el librero otro principal protagonista enriquecedoramente complementario de Milos, como deduce Pilar Gómez Rodríguez, prologuista de su libro de relatos 'Cardiopatías'. Tanto la amistad como la atracción amorosa aquí de nuevo está presente.
En esta historia hay saludables reflexiones. Al celebrarse el 20 aniversario del Mayo francés, también ocurrido en el año 1968, como los sucesos de Praga, a Milos le asquean esos fastos, conmemorando “lo que él siempre definía como una divertida y mera revuelta estudiantil” en comparación con la gravedad checoslovaca y que “los franceses lo mostraban como un hito del que era inevitable enorgullecerse”. “Él pensaba que lo decisivo había pasado en su país, en el centro de Europa, pero que a nadie le había importado una mierda lo que pudo pasar allí. Estaba convencido de que lo que sucedió en su país, si no hubieran entrado los tanques, pudo haber cambiado occidente, y precisamente por eso los soviéticos no lo permitieron y las democracias occidentales lo ignoraron.”
La última novela de Juan Miguel Contreras, 'Canciones de cuna y de rabia (a punto de aparecer 'El aire está lleno de agua', editada, como otros dos de sus libros, por la editorial tinerfeña Baile del Sol), es una extensa obra que se sostiene en dos personajes básicos, dos amigos, Roberto y Abel, este último el narrador. El texto desarrolla el arrojo de la dialéctica, un raciocinio especialmente accionado por Roberto, y una siempre palpitante reflexión, raciocinio igualmente, llevada a cabo por Abel. Hay también mujeres, sobre todo una mujer, Silvia, la esposa de Abel; también niños, especialmente Vera y Ulises, hijos de ambos. La verdadera tensión de la novela es la crítica del entorno, burgués y decadente, una crítica bastante despiadada de la modernidad, una modernidad a la vez que vistosa, inane. Casi todo, en este relato, se pone en tela de juicio. Tienen mucha presencia -ocurre en anteriores producciones de Contreras- la música y los libros. Y como toda buena novela, se conduce muy bien en su final, resolviéndose entonces todas las dudas del sostenido reproche precedente. Un final que se expresa tal un insulso, sucinto e ingenuo mensaje de despedida por el jodido móvil antes de arrojarse uno por el precipicio.