- Mónica Picorel
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(por Blanca Estela Domínguez)
¿De qué hablo, cuando hablo de la poesía de Mónica Picorel? Hablo de la vida secreta de las palabras. Y de cómo conviven con la imagen. De una relación radical en el doble sentido: cuando el lenguaje menciona y clasifica y cuando intuye y descubre. Ese es el punto. El descubrimiento y revelación de una realidad paralela. La del no sentido. Una realidad que vincula elementos aparentemente inconexos.
La poeta es fotógrafa. Autora de un poemario anterior, titulado Las otras geografías. Publicado en 2020 por la editorial Talón de Aquiles. Personalmente, tengo debilidad por este poema: «Mi Constante» Dice: «Tu pelo / territorio de vuelo libre / primigenio el tacto / constante de mi tiempo / disfrazo vacíos si no te sé / tengo el temblor de la ternura / entre los dedos / de ti no me muevo». En este libro incluye fotografías que nos evocan su paisaje interior.
Con el segundo libro: Vida secreta de nuestros animales, la autora se afianza en su talento a lo largo de sus 140 páginas. La desnudez existencial y la falta de concesiones. Son sus principales características. Mónica Picorel nada pide y nada debe. Contempla la realidad y la evoca. Utiliza su «máquina» estilística para «iluminar», «captar» y escribir escenas de la realidad cotidiana. «Junco. / Hablemos del padre / de sus pasos ardiendo la casa / de la granada que respiraba bajo la mesa del comedor / de la niña sobre una rayuela circular / de la mujer que camina la noche / doblegándose lo justo / lo estrictamente necesario».
Es una poesía sin puntuación. Apenas la necesaria. La autora lo ha decidido así. El lector no debe sentirse intimidado por ello, ya que se trata de una obra que le ofrecerá una perspectiva diferente del discurso poético. «IV» «Para entender nuestro retrato / ponte al servicio de nuestro animal más amargo / no te detengas en la violencia del bozal / encuentra el perro que para ti alimento en este poema».
El conjunto de poemas de M.P. constituye una multiplicidad dentro de una peculiar unidad. Estos animales que aparecen en el libro son peligro. Compañía, misterio. Construyen su guarida en el poema. Son el poema. El lector se ve obligado a intuir espacios y personajes a lo largo de la lectura. El tiempo en el que se sitúan es un tiempo que se construye al final, cuando el lector puede hacer el ejercicio de recomponer los versos o las imágenes que estaban «desordenados» en el poema y adjudicarles una secuencia «lógica». Hay un ambiente de incertidumbre. Picorel obliga al lector a dudar a cada instante acerca de lo que lee. Todo es real mientras se piensa. Pero sus poemas son visiones diferentes de la realidad. «[…] y esperar a espaldas de la luz/ que ese pájaro (por fin) nos sueñe».
Hay que destacar, por favor, la bonita edición de Álvaro Hernando Freile, de la editorial Baile del sol, colección de poesía. Madrid, 2024. La forma del volumen, su cubierta y su contracubierta, su tipografía. Todo está muy cuidado. El prólogo es de Misael Ruíz y la contraportada la escribe Fer Gutiérrez. Y para terminar, un poema del libro. «Presente» «Somos aquí / donde nuestras manos que serán polvo / sostienen la manzana que detiene el mundo».
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