- Saíd Jatibi
- Reseñas
Isaac Donoso/Revista Argelina, nº19
La bibliografía reciente nos sorprende con un maravilloso libro de Saíd Jatibi (1984, Sa‘īd Jaṭībī / خطيبــي ســعيد(, en excelente traducción de Noemí Fierro y bella estampación de la editorial canaria Baile del Sol. Se trata de la novela Cuarenta años esperando a Isabel (Arba‘ūn ‘āman fī intiẓār Īzābīl / ًعامــا أربعــون إيزابيــل انتظــار يف(, un relato humano finamente entrelazado que mereció el reconocimiento de uno de los galardones literarios más importantes del mundo árabe, el «Premio Katara de Novela Árabe» de 2017. Saíd Jatibi fue el segundo escritor argelino en recibir el premio en la categoría de obra publicada, y el autor más joven en ganarlo desde que se inicio el certamen en 2015.
Decimos que se trata de una grata noticia bibliográfica pues no otra traducción puede encontrarse de la novela, más allá de la propiamente divulgada por la Fundación Katara (Said Khatibi, Forty Years Waiting for Isabelle, Doha: Katara Publishing House, 2018). La iniciativa de la editorial Baile del Sol es ciertamente encomiable, no sólo por la confección de un libro bellísimo, con una sugestiva cubierta que recuerda a la bandera de Argelia, sino por la redacción realizada por una de las mejores traductoras actuales del árabe al español, Noemí Fierro. Es decir, que más allá de su lectura directamente en árabe, los hispanohablantes somos de los pocos que podemos disfrutar de una de las grandes obras argelinas actuales.
Saíd Jatibi es un joven periodista y escritor al que no le faltan reconocimientos. Cada una de sus obras crea expectación, y está adquiriendo atracción como autor de culto dentro de una nueva narrativa árabe con enorme capacidad de sugestión y delicadeza, al estilo del eritreo Hayi Jáber. Se trata de contar historias altamente complejas y maduras a través de la descripción sencilla de las expresiones y emociones humanas, con un lenguaje culto pero cercano, y una estructura circular. El resultado son novelas que exigen la atención del lector mientras se deleita en la construcción y reconstrucción de los sucesos vividos por los personajes. No es psicologismo ni literatura de la experiencia, sino el relato perifrástico como vivencia y medio. De ahí que el fin vuelva a ser el comienzo, como en la novela Marsà Fāṭima / فاطمــة مــرىس) Casa- blanca & Beirut, al-Markaz al-Taqāfī al-‘Arabī, 2013) de Hayi Jáber.
Cuarenta años esperando a Isabel comienza del mismo modo que termina, indicando que el tiempo, los cuarenta años, son sólo un instante que siempre vuelve al mismo punto de partida, normalmente un nombre de mujer, en este caso Isabel (del mismo modo que Selma en Marsà Fāṭima). El personaje mí tico de la escritora y aventurera decimonónica Isabelle Eberhardt (1877-1904) sirve como leitmotiv donde asir a los protagonistas a un centro referencial, y hacer girar la narración sobre él. La trama, como corresponde a la novela actual, es relectura problematizada y poliédrica de un tema trágico (como muchos de los que afectan a la traumática modernidad árabe) que, a fuerza de olvido y resiliencia, ha acabado por desemantizarse, por disipar su complejidad. La función del narrador es por lo tanto volver a exponer con la palabra las múltiples facetas y complejas de un objeto que, no por el hecho de ser conocido, es aprehendido. Cuando ese objeto atañe a la definición individual y colectiva de una modernidad de estado, se transciende la propia función del narrador para acceder al plano de la hermenéutica, esto es, el novelista como hermeneuta en el desciframiento de la etiología enfermiza de un pueblo. Y son muchos los síntomas que desvela la moderna sociedad argelina, sufridora de varias guerras y cambios políticos.
En fin, Cuarenta años esperando a Isabel trata de dos veteranos de la Segunda Guerra Mundial, el francés Joseph y el argelino Suleimán, que viven en Bou Saada y mantienen desde hace cuarenta años una relación que va más allá de la amistad. Ante el giro político e ideológico de unas elecciones que pueden dar el poder a los islamistas, Joseph pinta cuadros dedicados a Isabelle Eberhardt, que entierra en el jardín de la casa ante las inminentes consecuencias. Ya ha pintado trece, y quedan dos más por enterrar, junto a la recreación del diario de Isabel, que es, en forma de alegoría, lo que representa la propia novela: “He imaginado cómo sería si Isabel Eberhardt hubiera estado presente, si hubiera vivido con nosotros aquellos días transcendentales y hubiera cubierto los acontecimientos del 5 de octubre de 1988 para el periódico en el que colaboraba, ¿qué habría escrito? ” (p. 83). Dicho de otro modo, Cuarenta años esperando a Isabel es una metanovela en la que se narra el proceso de composición del supuesto diario que pudiera componer Isabelle Eberhardt, escrito por un anciano homosexual francés que se ve obligado a dejar su casa en Bou Saada junto a Suleimán para exiliarse en Francia, su país de origen, al que ya no pertenece. Así, el propio Saíd Jatibi aparece hacia el final de la novela, como el receptor del manuscrito y su futuro editor.
Con suma delicadeza Jatibi dibuja las numerosas perspectivas de una trama compleja sin explicitar claramente de qué se trata. Es el lector quien entiende el rol de los personajes, el alcance real de los diálogos y el fluir de la conciencia de Joseph, voz principal del relato que al mismo tiempo relata lo que Isabel pudiera haber sentido en su vida argelina. Se trata, en suma, de otro recurso novelístico, es decir, a través de los ojos del extranjero comprehender la intimidad argelina. Para que quede más claro el recurso, en la obra se denuesta la labor de Étienne Dinet (1861-1929) como auténtico ‘orientalista’ que prostituye a las gentes que dibuja: “Despertaba el cariño en la gente y también un profundo odio entre la tribu Naïl, de la que se mofaba dibujando a sus hombres como monos y a sus mujeres como fulanas” (p. 38). Así, como anexo introducido en la metanovela, Jatibi elabora una réplica en forma de metarrelato a la célebre novela de Dinet, Jadra, bailarina de los Oulad Naïl.
En conclusión, gracias a esta afortunada traducción podemos adentrarnos en una de las grandes novelas argelinas actuales, y conocer, con la madura visión concebida por Jatibi como hermeneuta de la modernidad, un relato de extraordinaria humanidad sobre las gentes que forman hoy el paisaje de una Argelia escindida en la diáspora y la memoria.