‘Lluvia oblicua’ de Manuel Moya

Paco Huelva/Entre Letras

Publicada a finales de febrero del año en curso por la editorial Baile del Sol, “Lluvia oblicua” es una historia triste y a la vez deslumbrante, como todas aquellas en las que lo humano, lo esencial, permanece haciéndose verbo ineludible. Y Fernando Pessoa -porque de sus últimos días de vida trata esta ficción- fue demasiado humano por citar a Nietzsche, otro gran autor atormentado por sus propias cuitas. Ambos, uno en lo literario y otro en lo filosófico, revolucionaron el mundo de las percepciones llevando al papel -después impreso- sus pocas dichas y muchos tormentos, y se atrevieron a pensar libremente no importó que fuera a contracorriente, y también establecieron, a mi parecer, una forma de ser y de estar en el mundo, que, aunque próximas a los arremolinamientos y a los hondones de la locura, epataron al mundo cada cual en su segmento.

Itero, humana, demasiado humana es la novela “Lluvia oblicua” de Manuel Moya, y un sendero cuasi recto también para acercarse a los posibles pasos que diera y a las elucubraciones que pudieron darse -aunque de ficción hablemos- en el magín de uno de los más grandes poetas europeos, justo en el momento de enfrentarse a la Parca, esa que a todos nos espera más pronto que tarde.

Aún no se ha escrito, a pesar de los múltiples intentos de hacerlo, la biografía completa de este lisboeta con tantas y tan ricas aristas en su quehacer literario y vital -por lo solitario, por su introversión, por lo apocado, por lo misógino, por lo oculto, por su riqueza interior, por su sapiencia, por su manifiesta extrañeza siempre presente-.

Manuel Moya es sin duda uno de los grandes conocedores de la vida y la obra de Fernando Pessoa y de sus heterónimos (Bernardo Soares, Ricardo Reis, Alberto Caeiro, Barón de Teive, Álvaro de Campos…), no en vano ha traducido gran parte de la obra de este singular escritor portugués, que dejó publicado muy poco en vida, por no decir apenas nada, de esa inmensidad de papeles que un cerebro tan inquieto y poliédrico como el suyo, iba dejando a cualquier hora del día o de la noche en donde tuviera a bien o se le perdieran, aupado en el caballo del alcohol y de la siempre omnipresente melancolía que llevaba a cuestas como una segunda piel; papeles manuscritos, decía, que más bien habría que tildar de corales finos extraídos en un mar de incertidumbres y que siguen apareciendo aquí y allá de vez en vez, para goce de los amantes de sus disertos sean estos en verso o en prosa.

Con “Lluvia oblica” Manuel Moya se ha elevado unas pulgadas en el acto del decir, en el de contar, izado como bandera solitaria en el otero de la búsqueda que inició hace más de cuatro décadas y, también, puede que, por las características palmarias de Pessoa, al que convierte en personaje y hace convivir con sus dobleces -heterónimos- montándolos a todos en el barco de la duda en la que existieron durante cuarenta y siete años, justo en las últimas y cruciales horas de sus vidas. El momento de partir o de bajar a la tierra, ese instante quizás liberador, aunque la sociedad y nuestros miedos nos griten lo contrario de forma permanente.

Me ha llamado la atención y mucho en esta novela la presencia de los gatos; gatos grandes, de colores imposibles, que el Pessoa enfrentado ya a la muerte ve en todas partes, y que andan cargados de un simbolismo que es necesario analizar con mucho detenimiento por parte del lector. Yo me guardaré mis conclusiones.

Novela necesaria “Lluvia oblicua”, de Manuel Moya.

https://www.entreletras.eu/libros/libros-2022/lluvia-oblicua-de-manuel-moya/

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