- Manuel Moya
- Reseñas
Por José Antonio Sáez/DIARIO DE CÓRDOBA
La literatura andaluza -y por extensión, la española-, tiene en el escritor Manuel Moya (Fuenteheridos, Huelva, 1960) a uno de sus más valiosos representantes. Así lo viene demostrando con constancia y talento desde hace casi cuatro décadas a través de una valiosísima y nutrida obra poética, crítica y narrativa que ha obtenido muchos de los más importantes premios que se otorgan en el solar patrio.
Viene esto a cuento porque el escritor onubense acaba de sacar a la luz su novela ‘Lluvia oblicua’, que narra los últimos días del lusitano Fernando Pessoa, alguien a quien el de Fuenteheridos ha dedicado muchos de sus mayores esfuerzos relacionados con el estudio y la traducción de su obra y la de sus diversos heterónimos, tal y como sucede con sus ediciones del ‘Libro del desasosiego’ en 2006 y 2010; y cuya magna biografía, ‘Fernando Pessoa, la fiebre del sentir’, se encuentra en curso de publicación. Hallamos, sin duda, aquí, al Pessoa más humano y menos mitificado, al ser humano en pleno proceso de derrumbamiento ante la enfermedad hepática que lo consume y a quien la medicina ha dictaminado como enfermo terminal. Todo este proceso es llevado por el escritor lusitano en casi perfecto secreto, con una dignidad propia de los grandes hombres. Y ello en su más perfecta cotidianidad, tanto en la rutina diaria de sus idas y venidas por la capital lisboeta, subiendo y bajando torpemente de los tranvías; así como con los conocidos con quienes a diario comparte su existencia, los lugares y establecimientos que frecuenta, etc. Le interesa destacar a Manuel Moya el respeto que el personaje de Pessoa se ha granjeado entre sus amigos y conocidos, incluso en los círculos literarios y en la sociedad portuguesa de su tiempo; así como el desvalimiento y desamparo que lo acompañaron en los momentos finales de su vida. La humanidad y dignidad de la figura del escritor lusitano que se enfrenta a su destino no están muy lejos, si se me permite la comparación, de Max Estrella, el personaje mítico de ‘Luces de bohemia’, de Valle-Inclán.
Se nos muestra aquí a un Pessoa en diálogo continuo con sus heterónimos, así como con los fantasmas familiares, sus amores y los sueños del derrotado que eligió su destino y fue vencido por él, tal y como suele suceder en la vida humana. Manuel Moya describe con sabiduría, lucidez y hondura los más secretos procesos que embargan al alma y a la condición humana, sirviéndose inevitablemente de sus propias conclusiones existenciales para explicar el derrumbe físico de tan admirable como admirado escritor. Es el narrador total, omnisciente, que conoce todas las circunstancias del relato y hace uso de la tercera persona, conduciendo al autor de ‘Mensajes’ por los lugares de la ciudad de Lisboa, que es la otra gran protagonista del relato; así como por sus tabernas, parques, jardines y establecimientos, sus calles empinadas y su humedad oceánica y pluvial. En distintas partes del relato aparece también el narrador testigo. Aun alternándose el estilo directo con el indirecto, se prefiere el indirecto y, Pessoa aparece aquí como un personaje totalmente consciente de su talento malgastado en un país que no está a la altura de su valía, ni ha llegado a reconocerla en el grado que merece, preguntándose sobre si no le hubiera ido mejor en otras naciones como Inglaterra o Brasil. Del mismo modo, afronta cuestiones esenciales en la vida del escritor lusitano, tales como su pertenencia a la masonería o su postura frente a la dictadura portuguesa bajo la que le tocó vivir, y se refiere en distintas ocasiones al gran baúl donde el escritor portugués iba arrojando sus textos y los firmados con sus distintos heterónimos.
Moya se desliza con fluidez a través de la narración, intercalando técnicas narrativas vinculadas con la memoria, tal como el relato ‘in medias res’, el ‘flashback’ o el monólogo interior, identificándose con Pessoa y haciendo alarde de sus privilegiados conocimientos sobre la vida y la obra del portugués. Su vocabulario es ágil y efectivo, bien traído siempre, lo cual agradece el lector que se queda con la hondura de las emociones que animan el discurso y con la grandeza del alma; los cuales no apelan a otros referentes que no sean la dignidad, el valor y la entereza que posee el ser humano frente a la adversidad que lo persigue y atenaza, de los que Pessoa hizo alarde visible en su corta existencia.
https://www.diariocordoba.com/cuadernos-del-sur/2022/05/14/lluvia-pessoa-66021795.html