Juan R. Tramunt: La piel de la Lefaa

Por Víctor Briones/LIBROS PROHIBIDOS

Hay un refrán que me gusta mucho, en todos sitios cuecen habas. Esta novela es una prueba de que los territorios que puede explorar una historia policíaca son muchos y que por esa vía, estas obras que hoy viven su nueva edad de oro, aún tienen capacidad para sorprendernos. Porque La piel de la Lefaa no es ni más ni menos que una novela negra ambientada en un lugar muy soleado y pocas veces transitado por los cánones en los que suelen moverse este tipo de propuestas. No encontramos ambientes nórdicos opresivos ni detectives clásicos del género, tampoco el crimen que se destripa es habitual ya que se trata de un caso de terrorismo potencial. Todas estas facetas poco usuales hacen que se despierte nuestro apetito lector porque la curiosidad es un motivo muy poderoso para perseverar en nuestra lectura.

Se podría decir que la estructura de la novela es convergente. Los personajes y la trama van descendiendo por un embudo hasta que desembocan en una sorpresa final. Conocemos al inicio a Víctor Fargas, joven inspector destinado en las Islas Canarias, que se ve mezclado sin querer en un embrollo con la Interpol a causa de un informe residual que su superior le encomienda pero que se acaba convirtiendo en el desencadenante de la acción. Por otro lado, Claire Blanchard, una fotógrafa asentada en París, va al encuentro de su esposo, corresponsal en Marrakech. Al llegar cambiará los miedos y prejuicios que la acompañaban por una fascinación avasalladora. Marruecos la conquista, se convierte en su inspiración y, tras decidir quedarse después de que su marido es deportado a Francia, también en su mayor quebradero de cabeza. Ambos personajes van estrechando su relación a lo largo de la obra, vemos como la narración avanza saltando entre sus dos puntos de vista. Poco a poco la gente con la que se relacionan, los lugares que transitan y sus intereses acaban siendo los mismos y se encuentran, sin que puedan hacer nada más que seguir la corriente, en el ojo del huracán.

La primera parte de la obra es más pausada, el autor se toma su tiempo para presentar a los personajes y sus motivaciones. Se podría decir incluso que le falta un poco de pulso, pero este defecto queda compensado con la aceleración progresiva de la trama. Hacia la mitad de la historia comienzan a pasar muchas cosas, el hastío inicial de los dos protagonistas que se encuentran contra su voluntad en un país que no entienden se transforma en tensión y en incertidumbre, la sensación de que están predestinados a implicarse en la búsqueda de la Lefaa se convierte en su obsesión. Este viraje de intereses está muy bien plasmado por el autor que consigue avivar la intriga justo cuando empezábamos a convertirnos en lectores quejumbrosos y a no entender muy bien qué hacíamos perdiendo el tiempo varados en las calles de Marrakech.

Además de los principales encontramos al personaje de la Lefaa que no es más que un fantasma que va tomando cuerpo, que pasa de una hipótesis apuntada en el informe de Víctor Fargas a tener rostro, voz e intención; a ser algo muy real, más maligno y dañino de lo que parecía cuando aún era una mera conjetura. La persona que hay detrás del mito es uno de los grandes aciertos de la novela, un personaje con carisma y que ayuda a mantener la tensión narrativa ya que su identidad no queda al descubierto hasta bien avanzada la trama. Tramunt utiliza un juego literario basado en la semántica de este nombre que en nuestro idioma tiene connotaciones sexuales y un marcado componente vulgar. Así la mención de la Lefaa que nos hace sonreír como quinceañeros inmaduros pronto se transforma en una amenaza temible cuando se nos desvela lo que para un marroquí significa este término. Tendrán que leer el libro para saber más.

Esta tendencia a explicar conceptos de otras culturas para contrastarlos con referentes que nos puedan resultar más comunes se acaba convirtiendo sin embargo en un lastre. El autor abusa de este recurso pecando en ocasiones de paternalismo y no confiando en la curiosidad del lector. Además de una piedra en el zapato, esta manera de proceder es innecesaria porque la ambientación general de la obra es uno de sus valores, engancha y a medida que leemos queremos conocer más de un entorno, como dije al principio, poco visitado en este tipo de historias policíacas. Canarias, Marruecos, el Sahara Occidental y las relaciones que se establecen entre estos tres ámbitos geográficos son alicientes que encontramos para quedarnos al lado los personajes. A todos nos gusta conocer lugares nuevos, matices adicionales, rincones que nos disparen la imaginación; pues bien, esta novela los tiene y los explota y explora a la perfección.

También los temas tocados son poco frecuentes y salen bien parados al pasarlos por el tamiz de los clichés del género: terrorismo internacional y tensas relaciones diplomáticas, burocracia policial, laten y asoman detrás de la acción. También se detecta un tono crítico con la situación política de Marruecos, sobre todo con su manera de gobernar, con mano de hierro, la región del Sahara Occidental.

En definitiva La piel de la Lefaa es una novela de lectura ágil, con características propias del género negro que atraerán a los lectores habituales de este tipo de obras, pero también con una ambientación que invita a que cualquier lector en busca de lo desconocido pueda sentirse cómodo entre sus páginas. Aunque lo que de verdad nos enseña Juan R. Tramunt con su historia es a mirar por dónde pisamos, con quién andamos y a cuidarnos de las apariencias en entornos hostiles. La muerte y el terror pueden haber sido cualquiera al que hayas querido u odiado, que te haya ayudado o hecho la vida imposible; la muerte se disfraza de persona corriente para esperar el momento oportuno y ponerse manos a la obra.

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