Enrique Falcón, un poeta para tiempos de apocalipsis

La antología ‘No adoptes nunca el nombre que te dé la policía’ y el reciente ‘Las últimas semanas’ abundan en el inventario temático de la denuncia de las condiciones de vida de los de abajo y la emergencia climática

LUIS BAGUÉ QUÍLEZ/BABELIA-EL PAÍS

En No adoptes nunca el nombre que te dé la policíaEnrique Falcón ofrece un recorrido por una trayectoria que dio sus primeros pasos hace 30 años. El propio autor ofrece una sinopsis de lo que vamos a encontrar en estas páginas: “Un poema épico, una trilogía oscura y un apocalipsis inminente”. La vocación épica se concentra en La marcha de 150.000.000, “libro de libros” que fue creciendo en distintas etapas hasta su definitiva formalización editorial en 2009. En efecto, estamos ante un volumen de empaque cosmogónico cuyas cláusulas métrico-rítmicas y hechura salmódica lo emparentan con el Canto general de Neruda o con el Cántico cósmico de Ernesto Cardenal, con quien comparte los principios cristianos y revolucionarios de la teología de la liberación.

Desde su decidida apuesta por el compromiso, La marcha de 150.000.000 se articula como una epopeya coral protagonizada por “los de abajo”. El éxodo migratorio, la explotación y la violencia, el terrorismo de Estado o el tejido corporativo del capitalismo son algunos de los motivos que atraviesan los cantos: “La marcha de 150 / mil millones al año, / en concepto (tan solo) / de devolución”. Sin embargo, más allá de su inventario temático, el libro de Falcón supuso un revulsivo porque su impulso disidente se canalizaba mediante una arborescencia textual que acogía citas, tachaduras, notas al pie, originales juegos tipográficos y toda una batería de dispositivos orientados a desautomatizar la lectura. La resistencia a acatar la lógica del poder se traducía así en la renuncia a asumir las palabras de la tribu.

En la “poesía selecta” aparecida en Baile del Sol aquel montaje discursivo se ha aliviado de manera considerable, pues únicamente se han conservado los nombres de los autores con los que los poemas polemizan, transcritos al margen, y determinados insertos en cursiva o mayúsculas. Con todo, la voluntad de priorizar el texto sobre el paratexto no implica que Falcón haya renunciado a las señas de identidad que caracterizan a una de las entregas más inclasificables de la poesía española reciente.

El siguiente bloque da cabida a la Trilogía de las Sombras, compuesta por AmonalTaberna roja y Porción del enemigo. Aunque la carga crítica no disminuye, la denuncia de las condiciones en las que sobreviven los “parias de la tierra” se integra en el contexto español de comienzos del siglo XXI. La intención de bajar a pie de calle, como señala Raúl Quinto en la introducción de este corpus, se refleja en el tratamiento de acontecimientos como los atentados del 11M en ‘Vientres de Madrid y de Bagdad’, la reparación de la memoria histórica en ‘Amonal para una fosa común’, o el derrumbe económico en ‘Lucha de clases’.

La vuelta al tema de España no está reñida con una aspiración global que aprecia en la crisis de 2008 el anuncio del “fin y la caída / del Capitalismo”. El tono profético y la letanía veterotestamentaria se impregnan en ocasiones de un amargo sarcasmo, según se observa en la vitriólica resemantización del ‘Salmo 23′ incluida en Porción del enemigo: “El Señor es mi pastor, nada me falta. / Por senderos tranquilos me conduce a la oficina. [...] / Nada se le oculta, ni mi piel ni mis acciones. / Él las hace prosperar en los parqués de la Bolsa, / bendice los desahucios desde el banco que dirijo”.

La crónica del apocalipsis anunciado se hace patente en Sílithus, ambicioso proyecto ubicado en una futura realidad distópica. Si los anteriores títulos registraban los efectos microestructurales de una macroestructura definida por la desigualdad y la injusticia, ahora los versos dan cuenta de un desplome civilizatorio a gran escala, consecuencia del colapso medioambiental. A partir de la técnica del manuscrito encontrado, Sílithus levanta un universo similar al que Orwell predijo en 1984 o al que Tarkovski filmó en Stalker, donde el ciudadano es sometido a una constante vigilancia o relegado al último anillo de la ciudad.

De este modo, mientras escuchamos consignas patrióticas o eslóganes progresistas (“la demo- / cracia se mantuvo siempre a salvo”), los “drones biométricos” y el “alambre de espino” se erigen en símbolos de la represión programada por los poderes fácticos. Extremando la propuesta de obras previas, Sílithus se concibe como un auténtico libro-cosmos en el que Falcón ha diseñado una geografía imaginaria, un código que emula el dialecto de los informes científicos y hasta los atisbos de una neolengua que remite al citado Orwell o a la jerga con la que Anthony Burgess moduló el habla juvenil en La naranja mecánica.

Las últimas semanas constituye en buena medida una adenda de Sílithus, pues en ambos reconocemos la misma iconografía y semejantes claves discursivas. La alusión a plagas, deforestación y otros “fantasmas climáticos” contrasta aquí con los hábitos de quienes siguen aferrándose a unas “réplicas de vida” condenadas a la extinción, desde la pulsión consumista hasta la libertad de desplazamiento. Tanto en Sílithus como en Las últimas semanas se reitera un lamento: “Ay de las épocas en que sus poetas / solo pueden escribir apocalipsis”. La inquisición por el sentido de la poesía en los tiempos que corren resulta todavía más inquietante que la pregunta sobre la función de la lírica en épocas de miseria, o incluso después de Auschwitz. El testimonio de Falcón, entre la rabia y la desesperanza, sentencia que estos quizá sean “los últimos poemas de una literatura que está en vías de morir”. En el desierto poshumano solo queda el grito.

https://elpais.com/babelia/2023-09-09/enrique-falcon-un-poeta-para-tiempos-de-apocalipsis.html

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