Un póker de poetas para el otoño: Antón Lopo, María Sánchez, Mónica Picorel y Gsús Bonilla

Enrique Villagrasa/Librújula

Baile del Sol publica Vida secreta de nuestros animales de Mónica Picorel (Bilbao, 1970), con prólogo muy interesante de Misael Ruiz y certeras palabras de Fer Gutiérrez. La poesía de Picorel, en este contexto de la vida que pergeña: “y me resisto a este paisaje para escorpiones desde el que me nombras”, es un retrato poetizado del universo diríase. Le sirve para explicarnos el mundo y abatir la angustia, (no)nombra la fortuna y poetiza el drama cotidiano con el fin de encontrar un hecho, un qué que lo resuelva: “lleva el corazón de un tigre en la mano”. La poeta se enfrenta a todo y todos con el único útil que tiene a su alcance para enfrentarse al asombro. Tiene un conocimiento que civiliza. Su poesía es hechizante, mágica, sabiendo que la magia tiene truco: “Recuerdo el luto de tu boca/ presagio de oración sin templo”. La poeta entabla un diálogo con la naturaleza y nos trasmite su experiencia poética sobre la realidad, como no puede ser de otra manera: “porque la sangre memoriza el vacío de la carne/ y tú te llamas tierra en mí”.

 

Y también Baile del Sol publica Follar [La negligencia del jardinero] -Cuadernos de un ecosicario III- del jardinero y poeta Gsús Bonilla (Don Benito, Badajoz, 1971) es la memoria impenitente de una actitud vital, una inteligencia ecoemocional clara, con una apuesta por el medioambiente, por la Naturaleza y por las personas. Objetivos claros de la poesía de este hombre comprometido y testigo de esta existencia en crisis total que nos ha tocado en suerte vivir: “en cada primavera/ hago crecer piedras en un cultivar oscuro”. Pero un poeta con una poesía de esperanza pues él siempre esta “camino de la tierra/ para principiar de nuevo”. Aun sabiendo que nuestro comportamiento con la Tierra deja mucho que desear, esa naturaleza que nos acoge y alimenta. Así es la poesía de este poemario, ella nos acoge y alimenta, personas lectoras. Advierto de que hay poemas duros, que dan cuenta de aquellos individuos malos y les dice las cosas como son, con tropos y sin ellos contra: “el que enturbia con su lamento de barro los cielos claros”.

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